Héroes españoles de todos los tiempos. Viriato.

No está mal empezar éste relato sobre los paladines más valientes de nuestra nación poniendo la letra de una canción de paso ligero de los Boinas Verdes que siempre me ha gustado mucho.

En los tiempos de Viriato
ya existían guerrilleros,
con valor y más coraje
que el caballo de Espartero.

Sacudió Pelayo al moro
al querer pisar su suelo,
pocos hombres, muchos "huevos",
táctica del guerrillero.

Guerra de la Independencia,
surgió el Empecinado,
que atacó con insistencia
al soldado afrancesado.

Para ser buen guerrillero
hace falta tener ganas,
pasar hambre, frío, sueño
y dormir en la montaña.



El héroe más antiguo del que tenemos conocimiento en este bragado país fue el bravo caudillo lusitano llamado Viriato. A pesar de lo que muchos piensan, la provincia romana de Lusitania no sólo era Portugal sino que también tenía buena parte del suroeste de la actual España, de hecho la capital de ésta provincia era Mérida. Por lo tanto a Viriato no se le puede considerar ni portugués, ni español, sino simplemente hispano o íbero. Vivió en la época en que la Península Ibérica estaba habitada por varios pueblos pero una sola "nación". Ésta "nación"; la de los Íberos, fue invadida por los ejércitos de Roma en el siglo II antes de Cristo, en el marco de la II Guerra Púnica para la conquista de Hispania.

Se dice de él que fue un respetado líder y un excelente general, a pesar de su profesión verdadera que no era otra que la de pastor. Viriato consiguió unir a todas las tribus ibéricas para declarar la guerra a los romanos. Retrasó el avance romano por la Península Ibérica llegando a forzar la paz debido a sus extraordinarias victorias. Fue nombrado por Roma caudillo de los lusitanos y amigo del pueblo romano. A pesar del acuerdo de paz entre Viriato y los romanos, éstos últimos quisieron vengarse de él por tan humillantes derrotas sufridas. Por ello, unos mercenarios hispanos fueron contratados para matarlo. Una noche, al regresar a su campamento, mataron mientras dormía a éste noble guerrero.


Los pusilánimes traidores que, cobardemente asesinaron a Viriato fueron rapidamente al campamento romano a cobrar la recompensa, pero el cónsul Quinto Servilio Cepión se negó y dijo éstas célebres palabras: «Roma traditoribus non praemiat». "Roma no paga a traidores".