El 19 de Julio de 1808, en el mismo año en el que el pueblo español se rebeló contra el vil invasor francés, se produce un hito histórico hasta el momento, el ejército más poderoso de Europa del momento, "La Grande Armée" de Napoleón, cae derrotado en una hiriente batalla cerca de la población jiennense de Bailén.
Para la contienda, el ejército español disponía de 10.000 hombres al mando del General Castaños, al que vemos en la imagen, con el cometido de embestir a las tropas francesas en Andújar, 8.000 hombres al mando del Marqués de Coupigny (General español de origen francés) cruzaron el río Guadalquivir por la zona de la Campiña jiennense y por último 10.000 hombres más, traidos desde Granada bajo el mando de Teodoro Reding (General español de origen suizo). Todos estos se unirían a la puertas de Bailén.
Las tropas napoleónicas constaban de unos 25.000 hombres en total, conducidos por uno de los generales más triunfantes y laureados de Napoleón, el General Dupont. Tras la derrota de éste en Bailén, fue culpado y encarcelado en Francia siendo degradado y despojado de todas sus condecoraciones del ejército francés.
Dias previos a la batalla, Reding y Coupigny hacen huir a refuerzos franceses que se encontraban en la localidad de Mengíbar. En cambio los refuerzos españoles disponían de todos sus hombres. Por otro lado el General Castaños despista al General francés dirigiendo sus tropas hacia un lado y hacia otro con el propósito de que Dupont no atacara y diera tiempo a llegar a los refuerzos de Reding y Coupigny.
Dupont decide entonces retroceder y esperar a sus refuerzos, pero lo que encontró fue a las tropas del General Castaños de frente a ellos a la entrada de la población de Bailén.
Tras varias jornadas de feroz pelea, días de verano en que los termómetros marcaban cantidades elevadísimas, el General Castaños vence a las escuadras del General Dupont. Las claves de la victoria se radican en la gran ayuda por parte de la población civil de Bailén que ayudaron a sus tropas sirviendo comida y la tan necesitada agua para sobrevivir ante tal calor. Por su parte, los franceses esperaban unos refuerzos que nunca llegaron. Y su artillería estaba sobrecalentada, lo que resultó ser deficiente en la batalla.
Los frutos para España tras la rendición francesa en esta batalla fueron grandes. El Rey Jose I Bonaparte tuvo que salir huyendo de nuestra tierra, mientras que las tropas españolas se llenaron de acicate, algo fundamental para seguir librando la Guerra para expulsar a los franceses.
Ñ
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