viernes, 9 de abril de 2010

Daoíz y Velarde, héroes del 2 de mayo



Tras el traslado del sevillano Luis Daoiz a Madrid, éste pudo presenciar la llegada de las tropas francesas, comandadas por Murat, a la ciudad a finales de abril de 1808. En aquel momento, los españoles colaboraban con Francia por el intento de Napoleón de invadir Portugal, por lo tanto, Francia se consideraba un país aliado. La presencia de gran número de soldados franceses en la ciudad produjo varios incidentes, por lo que la Junta de Madrid y las autoridades militares españolas negociaron con las autoridades francesas que los soldados no molestaran a los vecinos y los tranquilizaran asegurando que los miembros del ejército francés eran aliados. El gobernador militar de Madrid, dió la orden de que las tropas españolas debían mantenerse en sus cuarteles para evitar altercados con las tropas francesas.

Viendo la pinta que tomaba la presencia de los franceses en España, que ocupaban las plazas fuertes y las grandes poblaciones por las que iban pasando, Luis Daoiz, planeó con Pedro Velarde un alzamiento general.
Pedro Velarde, natural de Cantabria, era un gran admirador de Napoleón Bonaparte. Tuvo que trasladarse a Madrid ya que fue nombrado secretario de la Junta Superior de Artillería, situada en el Estado Mayor, cargo que le permitía disponer de mucha información. El general francés Joaquín Murat intentó atraerle a la causa napoleónica, a lo que Velarde respondió que: "no podía separarse del servicio de España sin la voluntad expresa del rey, de su cuerpo y de sus padres".

Pero el alzamiento que intentaron estos ilustres soldados fracasó por no contar con el apoyo del gobierno. Tras varios incidentes entre soldados franceses y vecinos el día 1 de mayo, Murat ordenó el 2 de mayo a sus tropas salir de los cuarteles y ocupar los principales puestos, palacios y cuarteles de la ciudad para controlarla plenamente. Cuando se produjeron los primeros ataques de los soldados imperiales contra el pueblo madrileño, Luis Daoíz se encontraba al mando del Parque de Artillería de Monteleón, con cuatro oficiales, tres suboficiales y 10 soldados como única guarnición. En el cuartel se hallaba un destacamento de 80 soldados franceses enviados por Murat para comprobar que no se fabricara más munición de la habitual.

Por su parte el capitán Pedro Velarde consiguió que el coronel de un cuartel de Voluntarios del Estado le entregara el mando de la 3ª compañía del 2º batallón, con 33 hombres y 2 oficiales, y acude con ellos al parque de artillería. Velarde logró la rendición de la unidad francesa que se encontraba en el parque y abrió las puertas a los paisanos que se movían por las inmediaciones gritando proclamas contra los franceses. Tras una tensa conversación entre Daoíz y Velarde, el primero se debatió entre obedecer las órdenes de acuartelarse y las demandas de su compañero de luchar contra los franceses, y ambos optaron por proveer de armas al pueblo y aprestarse a la defensa del parque. Velarde organizó la defensa del parque con unos 120 paisanos y los soldados de infantería y artillería, distribuidos en secciones al mando de oficiales. Daoíz se situó en la puerta del parque dirigiendo una batería de cuatro cañones, municionados con botes de metralla, y manejada por oficiales y paisanos. Gracias a la disposición de dicha batería lograron frenar las diferentes cargas de la infantería francesa, causándoles cuantiosas bajas, la cual pretendía tomar el parque por las aledañas calles de Fuencarral y San Bernardo.

La lucha en este cuartel duró unas tres horas. Pero combatían frente a fuerzas diez veces superiores y las municiones empezaron a escasear. Murat envió al general Lagrange para vencer la resistencia del parque con tropas de caballería e infantería reforzadas con cuatro cañones, pero fueron rechazadas nuevamente por la batería de la puerta del parque y las descargas de fusilería de los soldados y los paisanos situados en los muros, dirigidos por Velarde. Lagrange llegó a reunir 2.000 infantes para el asalto definitivo al parque.

Aunque estaba herido en un muslo, Daoíz intentó seguir la defensa del parque, por lo que recibió varios disparos de bayoneta cuando luchaba con su sable junto a los cañones de la entrada. Daoíz fue trasladado extremadamente grave a su casa por algunos soldados, donde falleció ese mismo día. El oficial Pedro Velarde también murió allí mismo. Daoíz fue enterrado en la iglesia de San Martín esa misma noche junto a Velarde y otros soldados españoles.

En los altercados acaecidos el 2 de Mayo de 1808, salieron vencedores los franceses debido a un ejército diez veces superior y mayor preparado que el español, que en su mayoría no eran ni soldados, sino paisanos de Madrid que luchaban con sables, machetes, cuchillos, etc. por tal de defender la patria contra el invasor francés. Pero este día se considera el inicio de la Guerra de Independencia contra los franceses, que culminaría seis años después, con victoria española y la vuelta del Rey Fernando VII. Este monumento situado en Madrid es dedicado a todos los que dieron su vida por España aquel día.

lunes, 5 de abril de 2010

La cruzada de las Navas de Tolosa

A principios del verano del año 1212, en las Navas de Tolosa, un pequeño pueblo de Jaén, se concentró un gran ejército con tropas venidas desde los reinos cristianos de Castilla, Aragón, Navarra y diversos voluntarios venidos desde Europa atraidos por la llamada del Papa Inocencio III, el cual predicó la Cruzada contra el Islam, consiguiendo el perdón de todos los pecados para todos aquellos que participaran en la batalla.

Las fuerzas de combate que juntaron los cristianos llegaron a los 70.000 hombres, por el contrario, por el bando del Imperio Almohade superaban los 125.000 hombres venidos desde todos los rincones del Islam, como Marruecos, Túnez, Senegal...

El 16 de julio, se produce la batalla más importante de la Reconquista española. Se encontraron cara a cara dos colosales ejércitos. Las tropas cristianas atacan a las huestes almohades, en la gran explanada de Las Navas de Tolosa, junto al desfiladero de Despeñaperros.

Cuando los dos mundos chocan sus aceros, el empuje favorece a las tropas cristianas. El alférez mayor del Rey Alfonso VIII de Castilla, Don Sancho González de Reinoso, al ver una cruz surgida del cielo, fue el que inculcó tal coraje y valentía a los españoles que nada les resistía a su bravura para ganar la batalla. Las tropas castellanas de Alfonso VIII se situaron en el centro, a la derecha estaban las tropas navarras de Sancho VII, y a la izquierda el Rey Pedro II de Aragón con sus tropas. El feroz ataque de los cristianos hizo que los musulmanes retrocedieran. Pero al entrar en batalla el grueso del ejército almohade, un momento de confusión y de retroceso de los Cristianos pareció que iba a hacerles perder el combate.

Alfonso VIII, junto con Sancho VII y Pedro II se adelantaron implacablemente entre sus tropas, ante tal empuje, los cristianos llegaron hasta la misma tienda del general almohade, el propio califa An-Nasir. La tienda estaba rodeada de esclavos negros, atados con cadenas al suelo que custodiaban el acceso a ella. Fue Sancho VII de Navarra el primero en entrar a esa tienda montado en su caballo, tras esto, los Musulmanes empezaron a retroceder desordenadamente, y su retirada fue masiva y abrumadora. Los generales almohades tuvieron que escapar a toda prisa de allí, ya que la batalla ya estaba perdida. La victoria cristiana fue decisiva, aunque la reconquista total de la península, por diversos motivos, duraría casi tres siglos más.

Para conmemorar esta proeza, el rey de Navarra añadió las cadenas a su escudo de armas, las cuales tambien aparecen en el cuartel inferior derecho del escudo de España.

domingo, 4 de abril de 2010

La loma de las mochilas

La guerra de África fue un enfrentamiento que se produjo en Marruecos, entre España y Marruecos en los años 1.859-1.860, fue uno de los pocos conflictos bélicos en los que participó España en el siglo XIX. El clamor de la población que produjo esta guerra fue muy grande, en unos tiempos en los que la sociedad española estaba dividida.

Pero hay una batalla de esta guerra que se sobrepone a todas las demás, la batalla de los Castillejos. Se libró el 1 de enero de 1860 y tuvo lugar en los altos y en el valle de Los Castillejos, situado a unos 4-5 kilómetros al sur de Ceuta. Fue en esta batalla cuando entró en acción la genialidad del glorioso general Prim.

El 1 de enero de 1860 el ejército español comenzó su avance hacia Tetuán entre la orilla de la playa y la sierra, por una estrecha franja de terreno. Las tropas marroquís, que estaban posicionadas en lo más alto del valle de Los Castillejos, intentaban impedir el avance español. Fue entonces cuando el general Prim ve ondear ante sus ojos el estandarte de España que conducía un soldado, se lanzó sobre la bandera, la cogió con sus manos, y la envolvió en torno a su cuerpo como si quisera identificarse con ella y llevando su caballo en dirección a las tropas enemigas y volviendo la cabeza a los batallones que dejaba atrás, exclamó con gran exaltación:
- ¡Soldados! Vosotros podéis abandonar esas mochilas porque son vuestras, pero no podéis abandonar esta bandera porque es de la patria. Yo voy a meterme con ella en las filas enemigas...¿Permitiréis que el estandarte de España caiga en poder de los moros?¿Dejaréis morir solo a vuestro general? Soldados...¡Viva la reina!¡ Viva España! después de esto, se suspende por un instante la furia de los marroquíes, que contemplan asombrados tan grandiosa figura. Y con esta gran intervención del general Prim, consiguió sin grandes dificultades desalojar al enemigo de sus posiciones, al que obligaron a huir hacia el valle. Tras ello y con el apoyo de la artillería, las tropas de Prim se dirigieron hacia el valle. Tras esto se llegó a un corto período de calma durante el cual Prim reorganizó sus tropas. Lo mismo hizo el enemigo, al que se le unieron un gran número de nuevas tropas de caballería y de infantería. Las tropas marroquíes tenían por objetivo recuperar a toda costa sus posiciones iniciales perdidas, por lo que sus tropas lanzaron sucesivos ataques contra las tropas de Prim, dando lugar a violentos combates que requirieron el apoyo de más batallones españoles para sofocar las embestidas de las tropas moras.

Al atardecer, las tropas españolas habían conseguido todos sus objetivos, con la participación de unos diez mil hombres, desalojaron de sus posiciones a las tropas moras que contaban con el doble de efectivos, cuyas bajas fueron superiores a dos mil, por parte española fueron alrededor de unos cien muertos y quinientos heridos. El ejército marroquí se batió en retirada, dejando libre el camino de las tropas españolas que les llevaba hacia Tetuán.

Por los méritos contraídos en esta batalla, al general Prim, que ya era Conde de Reus, se le otorgó el título de Marqués de Los Castillejos y Grande de España. Su ciudad natal fue Reus, Tarragona, donde se le levantó una estatua en su honor en la plaza que lleva su nombre, "Plaza del general Prim".

La humillación inglesa en Cartagena de Indias

Blas de Lezo, natural de Pasajes, un pueblo de Guipúzcoa, fue posiblemente uno de los mejores marinos y estrategas de la historia naval española. Se le conocía como "Patapalo" o "medio hombre" debido a que le faltaba la pierna izquierda, la cual perdió a los quince años de edad en una batalla frente a las costas malagueñas en la Guerra de Sucesión española allá por 1704, cuentan las crónicas que aquel muchacho no profirió un lamento ni un llanto durante la operación. También pierde el ojo izquierdo en una ardua batalla por la defensa de Tolón, Francia, también en la guerra de Sucesión Española. Y por último también le faltaba el brazo derecho, que perdió en el asedio de Barcelona también en el marco de la guerra de sucesión de española, esa guerra que enfrentó a los españoles durante 14 años y ganó el bando de los Borbones de Felipe V. Con 25 años ya era tuerto, manco y cojo y ni con esas dejó de luchar ni un solo instante de su vida
Blas de Lezo participó en unas 22 batallas de las cuales en todas salió victorioso, pero la que pasó a la historia fue la acaecida en 1741 en Cartagena de Indias, el momento que su nombre se hizo inmortal, en el marco de la guerra de Oreja de Jenkins, entre españoles e ingleses. Con esta guerra los ingleses intentaban apoderarse del imperio español en América. Fue el mayor desembarco naval de la historia hasta que se produjo el desembarco de Normandía unos 300 años después.
Blas de Lezo defendió la ciudad al frente de unos 3.000 hombres y 6 barcos e hizo frente y repelió a los sitiadores ingleses que conformaban una flota de 30.000 hombres y 186 barcos comandados por el almirante Vernon. Vernon, seguro de su victoria, dió la noticia anticipada a Inglaterra de que Cartagena había caido.
La gran flota inglesa es avistada, lo que puso en vilo a la ciudad. Vernon entró triunfante en la bahía tras haber ganado a los españoles en varios combates anteriores y a su vez, todos los defensores españoles se atrincheraron en la fortaleza de la ciudad. vernon ordenó un incesante cañoneo a la ciudad de Cartagena por mar y tierra para ablandar a las fuerzas guarnecidas en la fortaleza. En ella solo quedaban 600 hombres bajo el mando de Lezo. Vernon decide rodear la fortaleza y atacar por su retaguardia. Para ello se adentraron en la selva, lo que supuso una odisea para los ingleses que contrajeron la malaria y perdieron a cientos de sus hombres. Sin embargo, llegaron a las puertas de la fortaleza y Vernon ordenó atacar con infantería. La entrada a la fortaleza era una estrecha rampa que Blas de Lezo rápidamente mandó taponar con trescientos hombres armados con tan solo armas blancas y lograron contener el ataque y causar 1500 bajas a los asaltantes ingleses. La moral de los atacantes bajó considerablemente tras esto y por las epidemias que causaban continuas bajas. Vernon se puso muy nervioso en aquel momento ya que la resistencia a ultranza de los españoles superó con creces sus expectativas y ya había enviado la noticia de la victoria a Inglaterra. Vernon discutió acaloradamente con sus generales el plan a seguir. Finalmente decidieron construir escalas y sorprender a los defensores por la noche. Los asaltantes se organizaron en tres columnas de granaderos y varias compañías de casacas rojas. En vanguardia iban los esclavos jamaicanos armados con un simple machete. No obstante, logran alcanzar las murallas pero se dan cuenta de que las escalas no medían lo suficiente para saltar también el foso, quedando los atacantes desprotegidos y sin saber qué hacer. Los españoles continuaron con su nutrido fuego, lo que provocó una gran masacre en las filas invasoras. A la mañana siguiente, pudieron verse innumerables cadáveres, heridos y mutilados en los alrededores de la fortaleza, poniéndose de manifiesto la gravísima derrota inglesa. Los españoles aprovecharon para atacar a bayoneta provocando la huida de los ingleses. Los españoles lograrían matar a miles de ellos. Vernon no tuvo más remedio que retirarse a los barcos. Ordenó durante treinta días más un continuo cañoneo, ya que todavía no aceptaban la derrota. Sin embargo, las enfermedades y la escasez de provisiones empezaban a hacer mella en lo que quedaba de tropa. Finalmente, el Alto Mando inglés ordena la retirada, de forma lenta y sin cesar de cañonear. Tuvieron que incendiar cinco naves por falta de tripulación y al final se marcharon.
Pero la noticia que fue enviada por vernon ya había llegado a Inglaterra dónde acuñaron monedas y medallas para conmemorar tan decisiva victoria. En algunas de aquellas monedas se podía leer " Los héroes británicos tomaron Cartagena de Indias el 1 de abril de 1741" o "El orgullo español humillado por Vernon". Pero la victoria para inglaterra nunca llegó, y la armada inglesa, la mayor que había conocido la historia, que superaba en 60 navíos a la invencible de Felipe II, fue humillada, y tuvo que retirarse. Fue tal la derrota que el Rey de Inglaterra, Jorge II prohibió hablar de ella o que se escribieran crónicas alusivas al hecho, como si nunca hubiese ocurrido. Mientras en su retiro, el almirante Vernon se alejaba de la bahía con su armada destrozada le gritaba al viento una frase: «God damn you, Lezo!» (¡Que Dios te maldiga Lezo!). En respuesta escrita a Vernon, Blas de Lezo pronunció esta inmortal frase: «Para venir a Cartagena es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque ésta sólo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres, lo cual les hubiera servido mejor que emprender una conquista que no pueden conseguir.» La victoria de las fuerzas españolas, al mando del teniente general de la Armada Blas de Lezo, prolongó la supremacía militar española en el Atlántico occidental durante 100 años más .
Al poco tiempo Blas de Lezo falleció en Cartagena al contraer la peste, enfermedad generada por los cuerpos insepultos, casi todos ingleses, ocasionados por los sucesivos combates. Se le enterró en una fosa común, sin los honores que merecía, al tratarse de unos de los grande héroes de la historia naval española y aún en día sigue siendo un desconocido para la mayoría.
Su memoria es honrada por la Armada Española, donde su nombre se recuerda con el mayor honor que puede rendirse a un marino español, siendo costumbre que exista siempre un navío de la Armada bautizado con su nombre, esta fragata es la Blas de Lezo en la actualidad.
Plaza y estatua en honor al Almirante Don Blas de Lezo, heroico defensor de la ciudad de Cartagena de Indias, Colombia.

sábado, 3 de abril de 2010

El milagro de Empel

Todo se remonta al día 7 de diciembre de 1585, el Tercio de Zamora comandado por Francisco de Bobadilla combatía durante la Guerra de los Ochenta Años en Flandes, este milagro sucedió concretamente en Bommel, una pequeña ciudad con forma de isla, situada entre dos ríos. El tercio español, estaba bloqueado por completo por la escuadra del Almirante Holak. El bloqueo era aun mayor cada día y se agotaron los víveres y las ropas secas en muy pocos días. El almirante Holak propuso entonces una rendición honrosa pero la respuesta española fue clara: «Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos». Ante tal respuesta, Holak recurrió a un método para inundar el campamento abriendo los diques de los ríos y muy prnto sólo quedó de tierra firme en la isla un pequeño montecillo llamado Empel, y fue allí donde se refugiaron los soldados del Tercio español.
Los españoles, rodeados por la flota Holandesa, tras sufrir varias bajas, estaban congelados y con las ropas mojadas. En esos angustiosos momentos, un soldado del Tercio cavando una trinchera tropezó con un objeto de madera allí enterrado. Era una tabla flamenca con la imagen de la Inmaculada Concepción. Anunciado el hallazgo, colocaron la imagen en un improvisado altar y el Maestre Bobadilla, considerando el hecho como señal de la protección divina, instó a sus soldados a luchar encomendándose a la Virgen Inmaculada. El día 8 de Diciembre, una inusual tempestad acompañada de un viento helado hizo que las aguas de los ríos que bañaban la isla se helaran completamente. Los soldados españoles no dudaron un instante y aprovechando que los holandeses aún dormían, llegaron hasta sus barcos caminando por el río helado. Los confiados sitiadores holandeses, no se dieron cuenta de la situación hasta que no tuvieron un machete en el cuello, el Tercio de Zamora destruyó 10 navíos y logró hacer gran cantidad de prisioneros. Fue el almirante Holak quién dijo después de la estrepitosa derrota : " Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro"

Fue a raiz de este suceso acaecido un día 8 de diciembre por lo que este día se celebraría la festividad de la Inmaculada Concepción y sería la patrona de los Tercios de Flandes y de la actual Infanteria española.

viernes, 2 de abril de 2010

La de San Quintín, hegemónica victoria española en Europa

La batalla de San Quintín, está enmarcada dentro de una serie de batallas que originó el Rey francés Enrique II al intentar invadir posesiones españolas en Europa, tales como Nápoles o Borgoña. Felipe II, rey de España, no tardó mucho en tomar la decisión de invadir Francia.

Esta batalla fue llevada a cabo el día 10 de agosto de 1557(Día de San Lorenzo), en la pequeña localidad francesa de San Quintín, cerca de la frontera con Flandes. Felipe II llegó a reunir a 60 mil soldados, traidos desde todo el Imperio, pero en su mayoría españoles, además se dispusieron para esta batalla a 17 mil jinetes y 80 piezas de artillería, todos al mando del Duque de Saboya.

El Duque italiano al servicio de España, con grandes dotes estratégicas, mareó a los franceses haciéndoles creer que sus huestes se dirigirían a la ciudad de Guisa, cuando en realidad las tropas españolas se dirigían a la ciudad de San Quintín. Por lo cual el general francés, el Duque de Montmorency mandó a sus tropas a un sitio erróneo.

Al llegar a San Quntín, los españoles apenas obtuvieron oposición, siendo ésta casi nula. Al llegar las escuadras francesas del Almirante Coligny, con 30 mil soldados, al lugar donde verdaderamente se hallaban los españoles, fueron reprimidos por una fuerte ofensiva, haciéndoles retroceder.

Cuando Montmorency se diponía a cruzar el rio Somme para llegar a San Quintín, fueron sorprendidos por la retaguardia española, que les vencieron al estar desconcertados y divididos por una mala estrategia para la batalla.

El desenlace fue el esperado, los españoles vencieron clamorosamente a los franceses capturando unas 50 banderas de guerra francesas y toda su artillería al completo. Las bajas francesas fueron estrepitosas, cerca de 25 mil soldados perdieron la vida o fueron hechos prisioneros en la batalla. En cambio, el ejército del rey Felipe II, sólo sufrió la pérdida de unas mil bajas.



Felipe II al conocer tan solemne victoria, mandó a costruir el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, llamado así por ser el día 10 de agosto, fecha en la que se libró la batalla, el día de San Lorenzo. El palacio estuvo considerado en su época como una de las Maravillas del mundo.

El héroe de Cascorro

Corría el año 1896 en Cuba, provincia española en aquellos momentos, cuando un pelotón de independensitas cubanos sitiaron la población de Cascorro. Allí se encontraba un destacamento de soldados españoles, los cuales sintiéndose amenazados decidieron incendiar una cabaña, desde la cual causaban cuantíosos daños a las tropas españolas.

Fue entonces cuando un soldado del destacamento español, Eloy Gonzalo, se presentó voluntario para prender fuego a la posición de los rebeldes cubanos jugándose la vida en el intento, él mismo pidió ser atado con una cuerda para que si lo abatían pudieran recuperar su cuerpo.

Armado solamente con su fusil y con una lata de petróleo, atado con una cuerda se arrastró hacia la posición rebelde y le prendió fuego a la cabaña de insurrectos, volviendo íleso de su hazaña al llegar a su posición, la cual fue liberada con éxito unas jornadas despues por un contigente español.

Gracias a esta gesta Eloy Gonzalo fue condecorado con la Cruz de Plata al Mérito Militar. Murió en combate, como los buenos soldados españoles en la ciudad de Matanzas, Cuba.



La estatua situada en el Rastro de Madrid homenajea a Eloy Gonzalo, con el rifle al hombro, portando una cuerda y una lata de petróleo en la mano.

jueves, 1 de abril de 2010

María Pita: "Los que tengan honra que me sigan"

Al grito de "los que tengan honra que me sigan", María Pita, motivó a sus paisanos coruñeses a defender la ciudad en 1589 de los ataques de la Armada Inglesa a las órdenes del pirata Francis Drake.

Todo se remonta al día 4 de mayo de 1589, cuando las escuadras de Drake cercaron La Coruña, abriendo una entrada en la muralla de la ciudad, iniciaron la invasión de la ciudad vieja. En cabeza de las tropas inglesas había un alférez que logró subir al lugar más elevado del muro.

María Pita mató al alférez inglés, puede ser que lo matara con la espada de su marido difunto, al cual habían matado los saqueadores ingleses en la invasión; otros dicen que lo mató con cuchillos de la tienda que ella regentaba. Después de esto, los vecinos de la ciudad exaltaron su orgullo y embistieron las acometidas de las tropas inglesas, compuestas por doce mil soldados, que al ser sorprendidos por esta heroína coruñesa fueron desmotivadas y desmoralizadas, y se retiraron rapidamente.

Después de esta gesta, ya huidos los ingleses, María Pita ayudó a recoger del suelo a los que fueron despojados de su vida por defender la ciudad y a curar a los muy honrosos malheridos. Además de María Pita, fueron muchas las mujeres del lugar que ayudaron a evitar el asalto inglés a la ciudad gallega.


Felipe el prudente, rey de España, le conferió una paga de por vida hasta que murió en 1643. En homenaje a esta heroina, la ciudad de La Coruña levantó una estatua en su honor. En la escultura se muestra a la atrevida María Pita con una lanza en la mano pisando el cuerpo sin vida del alférez inglés.
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